23 junio 2010

La Princesa de Sol. Capítulo 7



CAPÍTULO 7


El bufón y el duende muy preocupados intentaron reanimarla. Pero nada la sacaba de aquel profundo sueño. El bibliotecario salió al oír los gritos. Cargaron con la princesa y la tumbaron sobre una de las mesas. No había manera de despertarla. El Duende del sur saltó a una de las estanterías y comenzó a buscar como loco un libro.


-¡Aquí está!


Abrió el libro, tras recitar un conjuro en voz baja una nube de humo salió y apareció el Mago Merlín.


-Querido amigo, tienes que ayudarnos. Le explicó el duende. La bruja Jacinta ha infectado el reino con la pócima de las lágrimas y la princesa ha caído en un profundo sueño.


- La bruja no ha desistido de su propósito por lo que veo. Dejadme ver a la princesa.


La examinó largo rato y se dispuso a dar su diagnóstico.


-Me temo que poco podemos hacer por ella. La ha infectado con la pócima del olvido y sólo sabremos cómo le ha afectado cuando despierte. Debemos dejarla dormir, no tardará mucho en despertar.


Pasaron unas horas. El duende muy preocupado no dejaba de buscar en otros libros alguna solución. Merlín lo miraba con ternura.


Primero una mano, luego el brazo. La princesa empezaba a moverse entre la expectación de sus amigos. Abrió los ojos y vio la sonrisa de todos. Saltaban y se alegraban, pero la princesa no los reconocía.


-¿Quiénes sois vosotros? ¿Y qué hago aquí?


- Princesa soy el bufón y este es el Duende del sur.


- No se quienes sois.


La princesa estaba bastante asustada. No sabía qué pasaba y mucho menos quien era aquella gente.


-¿No nos reconocéis? La bruja os ha infectado con la pócima del olvido.


Merlín se levantó muy pes adumbrado.


-La princesa no va a recordar así, me temo que la bruja ha conseguido lo que quería. No se acuerda de nada y supongo que mucho menos de quien es. Así estamos perdidos, pues ella es la única que podía derrotar la. Hemos perdido.


Merlín muy triste volvió al libro.


-No puede ser, eso no puede ser así. Dijo el duende.


- Merlín es un gran mago y ha perdido la esperanza. ¿Qué hacemos nosotros? Expuso el bufón algo triste.


Nadie tenía respuestas, entre tanto la princesa, que lo había olvidado todo cogió su mochila y se marchó sin hacer ruido.


-¡Qué gente tan rara! Dicen que yo soy una princesa, han hablado de una bruja y de magos. ¡Están locos! Vaya cantidad de tonterías. Yo me voy a la ciudad con la gente normal. Dijo la princesa.


No recordaba cómo se iba a ningún sitio pero su instinto aventurero le decía que no se perdería y comenzó a caminar.


Tardó varios días en llegar a la aldea más cercana. Al principio pensó que no había nadie, pues no se escuchaba más que un silencio algo tenebroso. Después de un buen rato encontró a una mujer con cara de pocos amigos.


-¿Me puede decir cómo llegar a la ciudad?


- Sólo tienes que seguir el camino durante dos días y encontrarás un camino a la derecha que se mete en el bosque, cruza lo y encontrarás lo que buscas.


Una mujer muy rara, pensó la princesa, no tenía expresión en la cara.


Siguió todas las indicaciones de la mujer hasta llegar al bosque. Como ya era de noche decidió detenerse y dormir fuera del bosque. Las noches dentro de los bosques son peligrosas. Y se quedó dormida con rapidez. El hada de los sueños trataba de entrar en sus sueños pero el poder de la bruja era grande y no podía. El Duende del sur, la había seguido al darse cuenta de su marcha. Mientras ella dormía él la observaba con los ojos brillantes.


-Mi querida princesa no te dejes vencer por la bruja, recuerda quién eres. Nadie puede salvar el reino, sólo tú puedes hacer lo. Mí querida princesa…


No lo había reconocido nunca pero para él la princesa era muy especial, no había conocido nadie con esa mirada y con aquel inmenso corazón. Nadie podía igualar su belleza y su ternura con todos. Le costaba mucho verla así, a su princesa, a su amor. Se quedó toda la noche acariciando su rostro, su pelo, besando aquellos dormidos y olvidadizos labios hasta el amanecer. Cuando empezó a despertar la princesa, el duende se escondió entre los dibujos de su mochila, así podría acompañarla y protegerla si fuese necesario.


La princesa recogió sus cosas y se adentró en el bosque.

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