17 junio 2010

La Princesa de Sol. Capítulo 3

CAPÍTULO 3

Siguió su camino disfrutando de la brisa de la tarde. Los pájaros volvían a casa para cuidar de sus crías hambrientas. Las nubes se tornaban en tonos verdes y magentas. Poco a poco la temperatura fue bajando y la princesa empezó a notar algo de frío.

-Tengo que buscarme un sitio para dormir. Esta noche parece que hará frio. Pensó.

Aunque ya era primavera, las noches seguían siendo frías. A lo lejos en lo alto de la colina se divisaba una casita con la chimenea humeando. La princesa apretó el paso para llegar antes de que la luz se perdiese entre las montañas.

¡Toc, toc, toc! Un paso, otro más cerca y un tercero para alinear los pies delante de la puerta. Un voz algo intimidante contestó:

- ¿Quién es?

- Soy la princesa, estoy de viaje y no tengo donde dormir. ¿Me puede ayudar?

La puerta se abrió con rapidez y un hombre bajito y regordete apareció con cara de sorpresa.

-¡Majestad! ¿Qué hace usted de viaje, sola por estos rincones?

- Estoy desvelando los secretos de nuestro amado reino. El palacio se quedaba pequeño para mí y quería conocer todos los lugares escondidos.

El hombre pensó que la princesa era una niña un poco mimada y con delirios de grandeza. ¿Cómo se le podía quedar pequeño un palacio? Pero aquel hombre no era capaz de ver y soñar con los ojos de la princesa. A pesar de todo la trató como se trata a una princesa, le ofreció su mejor comida, su mejor habitación y sus mejores atenciones, como cualquier hijo de vecino haría al tener en su casa a la heredera del reino.

Después de un rato de charla, la princesa se dejó vencer por el sueño. El hombre la llevó a la cama y la dejó descansar. El hada de los sueño veló toda la noche para que su querida niña descansase y soñase lindo.

A la mañana siguiente todo parecía muy normal. El sol lucía como siempre, los pájaros cantores afinaban sus pequeñas voces para deleitarnos durante todo el día, las nubes algo perezosas comenzaban a salir y tapar algún rayo de sol.

-Buenos días princesa, ¿ha descansado bien?

- Sí, muchas gracias, lo necesitaba.

- He preparado un desayuno propio de alguien de la realeza.

Se asomaron al salón y allí encontró un festival culinario digno de la fecha más señala de palacio. Dulces de todas las formas, mermeladas de un sinfín de sabores, panes de todos los tipos y colores. Tres tipos de leches diferentes: de cabra, de oveja y de vaca. Variedad de cereales y frutas tropicales. Era un verdadero festín.

-¿Y esto? Yo no merezco tanto. Es usted muy amable.

- Todo es poco para la hija del rey.

Desayunaron hasta hartarse, pero aquello no era lo que la princesa quería. Tantos lujos, tantas atenciones, todo para ella. No, aquello no encajaba con su viaje. Así nunca descubriría los secretos que pretendía descubrir. Se despidió con amabilidad y se marchó.

Durante el camino, un poco afligida, pensaba: “Si todos saben que soy la princesa, me tratarán como tal y no podré encontrar aquello que busco. Tengo que pensar algo…” Se le ocurrió una fantástica idea. Enterraría su corona en un lugar secreto que nadie conociese y al terminar su viaje pasaría a recogerla. A su lado plantó una semilla de secuoya para encontrar con facilidad el lugar exacto.

1 comentario:

Samovila dijo...

Espero ser la secuoya finalmente, ya sabes, rollito ambiental xD.

Por cierto, eso de que cualquier hijo de vecino trataría así a la princesa...Um a esta bueno, porque la has creado tú y porque que sé quien es ^^, pero sino... "Se iba a cagar la perra" xD.

Un beso gordo.