27 agosto 2011

La Princesa de Sol. Capítulo 15

La princesa coge con decisión su mochila, todo lo que su madre, la reina, había puesto para su viaje, estaba allí como si nada hubiera pasado, como si todo empezase otra vez, pero con aprendizajes muy importantes que harían que todo fuera diferente.

Necesitó un rato para ella, pues ahora que se había encontrado a sí misma no podía volver a perderse. La batalla que le esperaba iba a ser muy dura. La bruja tiene el corazón demasiado lleno de rencor y no entenderá que todo puede ser diferente, que el reino puede ser otro, que no está todo perdido.

Los recuerdos la invaden. Su querido Samuel, con todos los pequeños detalles. Sus padres siempre preocupados y amorosos, llenos de sabiduría vital para ella. El hada de los sueños, que desde su escondite en su cabello, ha velado cada paso y cuando fue necesario gastó todo su poder para salvarla. El bufón que le mostró un mundo que no conocía y así encontró al hermano que nunca tuvo. Los pequeños duendes, dispuestos a ayudarla desde su grandeza mágica. El restaurador de almas que con empeño busca cada pieza y no parará hasta recomponerla por completo. El limpiador de estrellas que siempre ha creído en ella y limpia lo que ella no es capaz de limpiar.

Comienza a pasear por aquel bosque. Aquel bosque que siempre ha abierto puertas para ella. Que siempre le ha enseñado caminos nuevos, que la ha mantenido con vida. Aquel bosque sagrado donde tanta vida a compartido. Aquel bosque que en momentos complicados ha salido de su silencio para salvarla.

Mientras en palacio todos festejaban el regreso de la princesa, sin saber que era la bruja disfrazada. Los reyes lloraban de felicidad, su pequeña ya estaba en casa. Traía con ella un apuesto muchacho con grandes talentos. Todo volvía a ser como debía ser. Entre tanta alegría nadie se había dado cuenta de que todo seguía sin color, ni la bruja inmersa en su momento de gloria, en su victoria, se acordó que el reino se sumía en su hechizo.

La princesa caminó dentro del bosque durante varios días, pensó que sus días se acabarían pues no tenía nada que comer, pero recordó que su mochila estaban las semillas de la secuoya gigante, qué sabia era su madre. Siguió caminando hasta llegar al lugar donde escondió su corona, la desenterró y se la colocó junto a su lazo negro. Todo en su sitio, su precioso vestido verde, sus botas, su corona y su lazo. Ahora si parecía una princesa.

Siguió el camino hasta lo alto de la colina que siempre veía desde su habitación en palacio. Allí divisó que todos reían como en su fiesta y se temió lo peor. Parecía que nadie la necesitaba, que así todo era como tenía que ser. Por un momento barajó la posibilidad de no luchar, de dejarlo todo estar, de marcharse y buscarse otra vida. Pero echó un vistazo a su hermoso reino, lo vio sin color, sin aquel sol que daba vida en cada rayo. No podía rendirse, su reino se merecía una vida mejor, aquello no estaba bien y ella era la elegida para cambiarlo. Así que prosiguió el camino que la llevó hasta la puerta del castillo. Nadie vigilaba, todos estaban en la fiesta. Se adentró por los pasillos cercanos a la galería y llegó al salón, igual que en su sueño, pero ahora estaba lleno de gente, de música y de risas. Su padre y su madre sonreían como nunca.

Los reyes habían preparado un gran banquete para su hija y todos pasaban alegres dándole la bienvenida a la falsa princesa. Un pequeño que venía del campo, se acercó para saludarla. El olor que desprendía era muy desagradable y la falsa princesa lo despreció. Todos se quedaron atónitos, la princesa nunca había despreciado a nadie, ella siempre era amable y más con aquellos pequeños. Nadie entendía qué había cambiado en la princesa. El pequeño triste y decepcionado corrió a esconderse cerca de donde estaba la verdadera princesa. Sentía mucho dolor y las lágrimas no dejaban de salir. La princesa se conmovió y se acercó a él, con ternura lo abrazó y calmó su pesar.

- Pero, si acabas de despreciarme. No entiendo por qué ahora me abrazas princesa.

- No te asustes, pero esa de ahí no soy yo, es la bruja disfrazada. Quiere quedarse con mi vida y hacerme infeliz. Pero no sufras, lo voy a solucionar pronto.

El pequeño la abrazó fuerte. Ella lo miró con esos grandes ojos y lo mandó con su familia. Entonces tomó fuerzas y se dirigió al centro del salón. Todos quedaron paralizados, sin saber qué decir, ¡había dos princesas! El silencio se apoderó un buen rato de la sala, hasta que empezó a hablar.

- No tienes que engañar a nadie, todos son capaces de aceptarte, sí tú quieres. Eres tú la que te alejas, si fueras capaz de cerrar la herida que tienes, nadie te lo tomaría en cuenta. Pero el reino se merece una vida mejor, llena de color, y de un sol radiante. Sólo conseguirás hacer desdichados a todos.

- No se de que me hablas. ¿Quién eres? Dijo la falsa princesa.

- No puedes engañarlos, ambas somos muy distintas y se darán cuenta muy pronto que tú no eres quien dices ser. No puedes vivir una vida que no te corresponde.

En ese momento la bruja llena de rabia rompió su disfraz y dejó ver su verdadero rostro. Nadie sabía qué hacer, los soldados intentaron apresarla, pero al princesa los detuvo.

- Sólo tienes que querer cambiar y todos te perdonarán. Sólo puedes hacerlo tú.

Aquellas palabras estaban haciendo que la bruja sintiese pena de sí misma. No podía permitirlo, tenía que terminar con aquel dolor. Se concentró y convocó todo su poder para destruir a la princesa. Lanzó un rayo contra ella, la princesa calló al suelo. Sin movimiento, sin indicios de vida. La reina corrió a tomar en sus brazos a su pequeña, a su única hija, acarició su rostro que sorprendentemente no mostraba signos de dolor, ni sufrimiento. La bruja al verlo recordó por lo que empezó todo esto, ella también merecía el amor de una madre. En ese mismo momento apareció la abuela Carlota, había permanecido escondida en los pendientes de la princesa y ahora era el momento de hacer su último conjuro. Dijo las palabras mágicas y rompió el corazón de piedra de la bruja y en su lugar puso no de carne. Esto hizo que la bruja dejase salir todo aquel dolor y comenzó a llorar. Se acercó a la reina y a la princesa, se arrodilló con respeto.

- Perdóname princesa, tanto dolor me hizo volverme fría, se que ahora no sirve de nada, pero lo siento tanto.

Las lágrimas sinceras de la bruja cayeron sobre la princesa y el poco poder que le quedaba hizo que volviese a la vida. Fue entonces cuando en sus manos apareció la penúltima pieza del puzle del alama de la princesa.

- Esto es para ti princesa, gracias por cambiar también mi vida. No se como no me di cuenta antes. Lo siento de veras.

- No te preocupes, ahora tienes toda una vida para cambiar lo que has estropeado. Todos te darán una oportunidad si tienes el valor de asumir esta tarea.

- Pero ya no tengo poder, para restaurarlo todo.

- Eso déjamelo a mí, se como hacerlo. Pero me tienes que prometer que va a merecer la pena tanto luchar. No olvides que tienes mucho por hacer y cuidar. ¿Lo harás por mí?

- Sí, princesa, lo haré, no tengas duda, pues tú has creido en mí a pesar de todo. Ahora me toca a mí.

La princesa la abrazó y se dirigió a su madre:

- Ésta será a partir de hoy también tu hija, es lo único que siempre ha deseado. Todos nos equivocamos, el dolor puede nublarnos la vista, pero ahora es tiempo de perdonar y volver a empezar.

La princesa se levantó y se acercó a Samuel, con cariño lo miró, lo besó como si fuera el último beso y sí, ahora si sería el último. Sumidos en aquel amor, no había más que decir. Después se acercó a su padre y mirando a sus seres queridos, les dijo:

- Espero que entendáis que esto es necesario, para dar fruto, primero hay que morir, pero no me iré del todo, pues estaré dando mi vida por vosotros, porque no hay amor más gran que aquel que da la vida por sus amigos.

Cogió su mochila y sacó de ella la caja de polvos mágicos, quedaban muy poco, sólo para solucionar un último embrollo. Descubrió que la última pieza del puzle de su alma estaba entre aquellos polvos, por fin había conseguido recomponer su alma por completo. Ya estaba todo listo. Roció los polvos mágicos por todo su cuerpo, que se llenó de luz. Poco a poco, muy despacito, fue subiendo hacia el cielo y se convirtió en ese sol que lucía con fuerza, en un sol que daba vida. Y así todo el reino volvió a la vida feliz como la conocían al principio de esta historia. Todo volvió a tener color, las flores volvieron a brotar con fuerza, los campos comenzaron a dar fruto y así todo volvió a estar bien.

Ahora cada vez que alguien alza la mirada hacia el sol siente ese amor de la princesa de sol, que dio su vida para salvar su reino.

FIN

17 agosto 2011

La Princesa de Sol. Capítulo 14



Corrió con desesperación, necesitaba salvarlo, no podía acabar así, todo perdería sentido sin él. Tanto corrió que no alcanzó a ver las piedras del camino y cayó duramente al suelo. El golpe la atontó un poco, su brazo sangraba por varios sitios, aun así siguió, era más importante Samuel. Se detuvo justo delante de él, trató de desatarlo pero sin conseguirlo, la cuerda estaba ganando la batalla. Justo en ese instante apareció la bruja.

- Déjale marchar, él no tiene la culpa. La que quieres destruir es a mí. Dijo la princesa.

- No te confundas, este chico debía mantenerte lejos de lo que eres, debía cerrar tu corazón para siempre, en cambio se enamoró de ti. Además si le hago daño a él conseguiré dañarte mucho más a ti, tanto que no querrás volver, preferirás sumirte en tu pena y sufrirás como yo he sufrido por tu culpa.

- No se que es lo que hice, dime ¿por qué haces esto?

Entonces la bruja con sus poderes le mostró la historia de su vida, sus años felices en palacio con la reina y como tras su llegada todo cambió.

- Todos dicen que tú cambias la vida de todos, pero la mía la destruiste, por eso pienso quedarme con todo lo que ahora es tuyo, porque debía ser mío.

- ¿Eso es? ¿me culpas por nacer? Yo no puedo hacer nada. Pero quédate con lo que quieras, sólo quiero que dejes libre a Samuel.

- Nunca, él siempre será parte de tu fuerza por lo tanto también pagará como todos los que te aman.

En ese momento la bruja apretó más y más la cuerda a Samuel y comenzaron a brotar raíces del suelo, que lo aprisionaban aún más. Poco a poco comprimían su cuerpo y le faltaba el aire.

La princesa recordó aquello de decía el libro: “No hay Amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos”

- Vale, haré lo que me pidas, te doy mi vida, te la puedes quedar. Pero suéltalo. Es lo único que quiero.

La bruja planeó una venganza muy dura, la capturaría y se apoderaría de su vida y para siempre la haría ver lo que había perdido. Era perfecto, todo su dolor multiplicado por todos los años que les quedaban a las dos.

Las raíces cesaron en su propósito y se dirigieron a su nuevo objetivo. Samuel cayó al suelo libre y dolorido. En una de sus manos apareció una de las piezas del puzle del alma de la princesa.

- Esto debe ser tuyo. Gracias por salvarme.

- Perdóname, no supe encontrar el camino antes. Siempre te voy a querer, no lo olvides. Todo tiene sentido al mirarte a los ojos.

La celosa bruja los separó rápidamente. Comenzó a cambiar de aspecto hasta ser igual que la princesa. Samuel nuevamente hechizado abrazó a la falsa princesa, la besó como si fuese el último beso. La princesa intentaba contener el dolor, pero su corazón comenzaba a romperse en mil pedazos. La bruja y Samuel se marcharon de la mano.

En aquella soledad, la princesa permaneció varios días, pero no estaba sola, aquellos árboles que contaban historias se preparaban, el alma del bosque conmovida por su dolor trajo un poco de mágica ayuda. Ya de noche, un señor de larga barba blanca y cabello rizado se acercó. Vestía una larga túnica azul y una brillante capa roja. En una de las manos traía la mochila de la princesa y en la otra un gran paño dorado. ¿Quién era este señor?

- Buenas noches princesa, creo que necesitas un poco de ayuda. Soy el limpiador de estrellas.

- Hola, si ahora no se como voy a salir de esta, además la bruja ha ganado, se ha llevado lo que más me importaba.

- No te equivoques lo que más te importa aún lo llevas dentro del corazón. Mira yo me dedico a limpiar estrellas, cuando pasa el tiempo se pueden ensuciar y ya no brillan como antes, pero no por eso dejan de ser hermosas estrellas. Tú eres mi estrella más preciada y vengo a limpiar la culpa que te atrapa, todos cometemos errores, pero la culpa no nos puede atrapar. Déjame que limpie todo lo que te atrapa y verás como lo ves todo de otra manera.

El limpiador de estrellas tardó un buen rato en limpiar toda la culpa, pero terminó, justo en el instante en el que el débil sol salía. Y sus ataduras desaparecieron.

- Gracias, necesitaba algo así. Ahora me siento mucho mejor, pero no se como solucionar todo este embrollo.

- Aquí tienes tu mochila con todo lo que necesitas, cuando sea preciso sabrás lo que tienes que hacer.

Y así el limpiador de estrellas se alejó hasta desaparecer.

La Princesa de Sol. Capítulo 13



Sus pies cansados del camino deciden dejarse perder entre los sollozos de la princesa. Vuelve a sentir que se pierde a cada lágrima un poco más y no es capaz de cortar tanta pena. Todo se emborrona y ya casi no reconoce lo que tiene delante. Pero sin darse cuenta sus lágrimas sobre el libro han hecho aparecer al duende del sur.

- Princesa, eres tú la única capaz de arreglar este mundo roto, sólo has de arreglarte a ti, sólo debes volver a recordar lo importante que eres para todos. No creo que sepas todo lo que significas para aquel que te conoce, pues tú cambias la vida del que tienes delante. La mía la cambiaste hace tiempo, tu ternura transformó todo lo malo en bueno y me hiciste feliz por los restos. Así que no dejaré que te quedes ahí. Quiero que escuches a alguien.

El duende del agua también apareció, acarició su cabello y la abrazó.

- Mi pequeña princesa, todos nos perdemos, siempre hay momentos en los que elegimos un camino que nos lleva por donde no queríamos, pero esa es la vida y debemos aprender de ella. Tú siempre sabías sonreír a pesar de todo y esa sonrisa fue la que cambió mi vida, la que hizo que primase la alegría sobre la tristeza y así lograste que mi vida fuese feliz. Cada mal momento ha pasado sin mucho problema pues llevo tu sonrisa por bandera. Por eso estoy aquí y no te dejaré sola. Pero debes atender a alguien más.

En ese instante el camarote se iluminó y desde esa luz surgió el hada de los sueños. Se acercó despacio, midiendo cada paso, pensando cada movimiento. Agarró su rostro dulcemente y durante unos instantes conectaron sus miradas. El hada secó sus lágrimas, la agarró de la mano y la levantó.

- No hay nadie que posea un corazón más grande que el tuyo, princesa. Durante toda tu vida has brindado felicidad a todos y nos has cambiado la vida. No importa que te hayas perdido o te hayas equivocado, ahora queda un largo camino para descubrir como cambiarlo. Nunca estarás sola.

Los tres desaparecieron, la princesa ya estaba lista para volver. Corrió como nunca había corrido, por calles, plazas, hasta llegar a la puerta de la ciudad. Trato con esmero abrirla una y otra vez, pero nada, parecía sellada. Empujó, tiró, volvió a empujar, hasta hacerse daño, pero debía seguir intentándolo, aunque sin resultado positivo. Hacia un lado de la puerta se podía ver una secuoya gigante con una abertura suficiente para pasar con un poco de esfuerzo. Por aquella puerta natural venía un olor diferente, un frescor de antaño, aires nuevos.

Pasó al otro lado, al bosque que aún permanecía sin color, sin ese sol que colorea lo que ilumina y calienta para dar vida. Echó la vista atrás y se despidió de una vida fácil, de una vida entregada a ella, de una vida para triunfar sobre otros. Ahora empezaba a comprender las palabras de su padre: “ Tendrás que elegir, la vida te pedirá que optes por un camino o por otro, y tú has de saber cuál será el mejor.” Lo que se lo había olvidado contarle es que aunque elijas el camino equivocado, solo has de volver al punto de origen y volver a elegir, pues eso también es crecer y seguir caminando. Para no volver a olvidarse de esto quiso escribirlo en su libro de aventuras, pero era tan sabio aquel conjunto de hojas sin vida que siempre la sorprendía. Encontró que todo ya estaba escrito, sus pensamientos, sus reflexiones y al final una gran verdad:

“Para volver a construir hay que destruir lo que está derruido, solo así podremos crear algo realmente bello. Para que una semilla de futo, primero ha de morir en la tierra y así después dará la sombra a la que está llamada, siendo un gran árbol”

Se adentró en el bosque, buscando un pequeño rastro, alguna pista que le dijese donde se encontraba Samuel. Quería decirle tantas cosas, pedirle perdón una y otra vez, hacerle ver que todo podía ser diferente, que se había perdido, pero que él siempre la mantuvo cerca de sus recuerdos sin darse ni cuenta.

Sumida en sus pensamientos llegó a una gran explanada, los árboles parecían en reunión. Sí ahora si que podía oír las voces de los árboles. Contaban historias de grandes reyes que salvaron el reino, de grandes reinas que desde supieron esperar el mejor momento para actuar y así salvar también el reino. Susurraban historias de enanos y magos, duendes y brujas. Todo igual que en cuentos.

A lo lejos, los árboles parecían mirar un suceso trágico y no se equivocaban. La bruja había capturado a Samuel y lo tenía maniatado. Ella corrió hacia aquel lugar.

La Princesa de Sol. Capítulo 12



Nervios, prisas, un poco de sobresalto y por fin se abre el telón. Samuel sentado entre público la observa con ojos tiernos, es preciosa, casi puede oler su fragancia, inspira y se envuelve en los recuerdos de un amor a punto de romperse.

Llega el descanso y Samuel se levanta para ir a darle ánimos a su amada, cruza el pasillo y llega hasta el camarote, la besa en la espalda y le acaricia el pelo. La princesa vuelve por unos segundos a su ser y lo besa con la pasión que ambos casi han olvidado. Charlan, él la calma como siempre hace. Cierra sus ojos con l yema de los dedos, la abraza y le tararea su canción al oído. Los dos bailan se olvidan de todo.

- Ya estoy lista para salir otra vez. Gracias, realmente eres un encanto, nadie me conoce como tú.

Cuanta razón tienes, piensa Samuel, por eso se que es lo mejor.

La princesa sale del camarote con otro brillo en los ojos. De vuelta al escenario siente como algo no marcha bien, pero continua hasta que los aplausos no la dejan oír nada. Mientras, Samuel a permanecido en su camarote, despidiéndose de todo lo que le recordaba a ella y deja el libro sobre el tocador. Ya está terminado, no me queda más aquí. Se marcha en el momento más alto de los aplausos.

Todo son felicitaciones. Ha triunfado, todos hablan de ella, todos antes de dormir sonreirán por tan gran talento. Se siente feliz, poderosa, como nunca se había sentido. Y entre tanta euforia lo ve, su director, el que la empujó al estrellato, el que ha confiado, el que la ha ayudado. Se acercan el uno al otro, se abrazan y es entonces cuando le susurra al oído: ahora ya solo puedes seguir subiendo, tengo muchos planes para ti, si me dejas voy a conseguir que triunfes. Pero quédate a mi lado, sólo yo conozco lo que necesitas, lo que hay que hacer para sacar tanto potencial. Y como si estuvieran en una burbuja, la besa, la acaricia hasta estremecerla. La hace sentir deseada y le gusta. En ese preciso instante el hada de los sueños usando todo el poder que puede reunir la hace caer en un profundo sueño y la princesa cae como sin vida en los brazos del director. La tumban en el suelo, tratan de hacerla volver. Llaman a un médico que la examina, hasta llegar a la conclusión de que es agotamiento, deben dejarla dormir. La dejan durmiendo en su camarote.

Dormida, profundamente dormida, pero no por cansancio sino por recate. Se encuentra en un castillo. Uno de esos que salen en los cuentos, pero parece que falta algo. Ve un gran salón y una larguísima alfombra roja. El rey, sentado en su trono, deja ver la desesperación en su cara. No deja de moverse, se levanta, pasea, se sienta, rasca su negro pelo y vuelta a empezar. Al fondo en los altos ventanales, la reina, inmóvil, como si de una estatua de sal se tratase con miedo a moverse por si la brisa la fuera a deshacer de un soplo. Mira a lo lejos. Sus ojos parecen secos, ya sin lágrimas para llorar. Sólo se escuchan los movimientos del rey, nadie es capaz de romper aquel matador silencio.

Se acerca a una ventana desde la que se ve el jardín, hace tiempo que nadie lo cuida. El pueblo hacia la derecha no da indicios de vida. Qué lugar tan extraño. En sus recuerdos los castillos de cuentos rebosan alegría, se hacen fiestas, todos comen, ríen, bailan… Pero aquí todo huele triste y sin vida. Pasea por los amplios pasillos, tocando lo todo como si sus manos ansiosas de recuerdos tratasen de conectar algo en ella, algo perdido, algo escondido. Roza muy suave los adornos de las mesas, las molduras de las paredes, los dibujos de los marcos. Y al final del pasillo una puerta que le produce más curiosidad que el resto, con miedo toca la puerta, la acaricia casi recordando una vida oculta. Llega hasta el pomo, lo gira, la comienza a abrir, a sentir, a saborear encuentros, risas, ilusiones. Entra con los ojos cerrados como en un juego, palpa cada rincón.

Al llegar a una foto decide abrir primero un ojo y luego el otro. No puede dar crédito a lo que ve, es ella, vestida de princesa, con un precioso lazo negro en la cabeza y es entonces cuando rompe a llorar. Se da la vuelta y encuentra un señor sentado construyendo un puzle sobre la cama. Se acerca entre sollozos, se abraza a él durante unos minutos antes de recuperar la compostura.

- Soy el restaurador de almas. Ésta que tengo entre las manos es la tuya, pero se han perdido tantas piezas que casi no puedo hacer nada.

En las manos de la princesa aparecen algunas de las piezas perdidas.

- Puede que estas te sirvan, yo ya no se qué hacer con ellas.

- Sólo tienes que querer reconstruirte, yo haré el resto, yo buscaré la forma de que encajen. Pero necesito que busques el resto. Mira tan solo faltan 3. Ve a buscarlas y no te pierdas por el camino, pues eres realmente importante.

La princesa salio corriendo de la habitación, corrió por los pasillos, llegó al salón de los reyes y justo en ese momento despertó del sueño.

- Ahora entiendo tantas sensaciones, recuerdos que golpeaban mi memoria. ¿Cómo he podido olvidar quien soy?

Recuerda la celebración, a Samuel y lo mal que se ha portado con él este tiempo y entonces ve el libro. La primera reacción es sonreír, pues él siempre ha sabido sorprenderla. Tiene una rosa encima, como tantas que le ha regalado. Comienza a leer su historia, sus aventuras. Hasta llegar a la carta. Ahora ya es imposible frenar las lágrimas, ha estropeado lo mejor de su vida y roto el corazón de alguien que la amaba sin condición, sólo por dejarse perder en el olvido y en sus prioridades. Debía volver para encontrar las piezas de su alma pero ahora siente que las ha vuelto a perder todas. ¿Cómo se vuelve a caminar después de esto?

13 agosto 2011

La Princesa de Sol. Capítulo 11

Comenzó su trabajo como actriz. Cada vez que recitaba aquel guión todos tenían que pararse ante tal talento. Nadie habría podido imaginar que la princesa podría superar a la mejor de las actrices de la compañía. Cada gesto, cada movimiento, cada palabra, cada matiz, todo era perfecto.

Pasaron los días y cada vez la princesa se crecía más, su fama se extendió por toda la ciudad y muchos esperaban nerviosos el estreno. Lo que nadie sabía es que la princesa inmersa en su afán de superación y de poder comenzaba a perderse a sí misma. Dejó de sonreír a todo el que pasaba por su lado, algunas veces incluso se mostraba déspota y engreída. Todo comenzó a cambiar, tal y como la bruja Jacinta había planeado, pues todos en la ciudad estaban hechizado para los propósitos de la bruja.

Samuel notaba como su preciosa princesa cambiaba de aires y como poco a poco él dejaba de ser importante en su vida. Pero la amaba tanto que no podía dejarla. Aguantó días, semanas, meses y aunque cada vez le dolía más el corazón, su dulce princesa seguía siendo el sentido de todos sus movimientos. No podía negarle su amor y se descubrió triste luchando por un ideal roto y deshecho.

La ciudad, que por un tiempo se empezó a iluminar por la bondad de la princesa, se volvió aun más gris que antes. Así la bruja se aseguraba de que la princesa no volvería a ser ni recordar quien era.

Durante todo este tiempo el duende del sur había permanecido escondido, esperando el momento para salvar a la princesa y éste era el momento. Consiguió salir del cajón donde se encontraba la mochila de la princesa. Él sólo no podría idear un plan, así que llamó al duende del agua y al hada de los sueños. Tras mucho pensar decidieron que unir su magia era lo más sensato, sabían que no podrían combatir los hechizos de la bruja, pero confiaban en el gran corazón de la princesa. Debían esperar hasta el día del estreno, entonces sería el momento para actuar.

Mientras la princesa continuaba sus ensayos, cada vez más cerca del estrellato, de su reconocimiento, de su día de gloria, sentía que por fin todos la verían y hablarían de ella maravillas.

Y poco tiempo después llegó el gran día. La semana previa, Samuel mantuvo la compostura ante todos los malos gesto que su amada princesa tenía con él. Su relación cada vez se teñía más de oscuro y sin poder remediarlo se dio cuenta de que así ninguno de los dos sería feliz. Los duendes y el hada trataron de tocar el corazón de Samuel para calmar un poco su dolor. Dejaron el libro de aventuras de la princesa donde él lo pudiera encontrar.

Esa mañana la princesa se levantó rápido para el ensayo general, se marchó sin su acostumbrado beso a Samuel. Así que éste al despertar hizo lo que cada día, se levantó y se aseó un poco, besó la foto de la princesa y se preparó el desayuno que antes compartía con ella. En la mesa del salón se encontraba el libro de aventuras, al principio no le hizo mucho caso, pero al darse cuenta de que aquello era nuevo le picó la curiosidad y comenzó a leerlo. Inicialmente había estado vacío, pero poco a poco se habría escrito así mismo contando las aventuras de la princesa y todo lo que ella suponía en su reino. Samuel entendió una vez más lo especial que ella era y por eso debía romper su amor.

Dedicó un buen rato a leer las maravillas que contaba y finalmente escribió una carta para su princesa:

Mi preciosa princesa:

Hoy es el día de tu estreno, de tu salto al estrellato. Hoy es un gran día para tí, hoy cumples un sueño y yo no te lo puedo negar, como no te puedo negar nada. Desde que te conozco has sido la luz para caminar, la mano para levantarme y los ojos para perderme soñando. Tienes todo lo que cualquier hombre puede desear en una mujer. Haces que todo cobre color a tu paso, ya sabes que besaría el suelo que pisas.

Pero he descubierto también que todos podemos sacar lo mejor y lo peor que llevamos dentro. Creo que eso hago yo contigo y por eso es mejor que siguas tu camino y que sigas maravillando al mundo que te rodea.

Yo me iré al bosque que cuenta este libro, puede que allí encuentre la paz que necesito.

Se muy feliz y no olvides que siempre te voy a querer. Siempre tuyo Samuel.