17 agosto 2011

La Princesa de Sol. Capítulo 13



Sus pies cansados del camino deciden dejarse perder entre los sollozos de la princesa. Vuelve a sentir que se pierde a cada lágrima un poco más y no es capaz de cortar tanta pena. Todo se emborrona y ya casi no reconoce lo que tiene delante. Pero sin darse cuenta sus lágrimas sobre el libro han hecho aparecer al duende del sur.

- Princesa, eres tú la única capaz de arreglar este mundo roto, sólo has de arreglarte a ti, sólo debes volver a recordar lo importante que eres para todos. No creo que sepas todo lo que significas para aquel que te conoce, pues tú cambias la vida del que tienes delante. La mía la cambiaste hace tiempo, tu ternura transformó todo lo malo en bueno y me hiciste feliz por los restos. Así que no dejaré que te quedes ahí. Quiero que escuches a alguien.

El duende del agua también apareció, acarició su cabello y la abrazó.

- Mi pequeña princesa, todos nos perdemos, siempre hay momentos en los que elegimos un camino que nos lleva por donde no queríamos, pero esa es la vida y debemos aprender de ella. Tú siempre sabías sonreír a pesar de todo y esa sonrisa fue la que cambió mi vida, la que hizo que primase la alegría sobre la tristeza y así lograste que mi vida fuese feliz. Cada mal momento ha pasado sin mucho problema pues llevo tu sonrisa por bandera. Por eso estoy aquí y no te dejaré sola. Pero debes atender a alguien más.

En ese instante el camarote se iluminó y desde esa luz surgió el hada de los sueños. Se acercó despacio, midiendo cada paso, pensando cada movimiento. Agarró su rostro dulcemente y durante unos instantes conectaron sus miradas. El hada secó sus lágrimas, la agarró de la mano y la levantó.

- No hay nadie que posea un corazón más grande que el tuyo, princesa. Durante toda tu vida has brindado felicidad a todos y nos has cambiado la vida. No importa que te hayas perdido o te hayas equivocado, ahora queda un largo camino para descubrir como cambiarlo. Nunca estarás sola.

Los tres desaparecieron, la princesa ya estaba lista para volver. Corrió como nunca había corrido, por calles, plazas, hasta llegar a la puerta de la ciudad. Trato con esmero abrirla una y otra vez, pero nada, parecía sellada. Empujó, tiró, volvió a empujar, hasta hacerse daño, pero debía seguir intentándolo, aunque sin resultado positivo. Hacia un lado de la puerta se podía ver una secuoya gigante con una abertura suficiente para pasar con un poco de esfuerzo. Por aquella puerta natural venía un olor diferente, un frescor de antaño, aires nuevos.

Pasó al otro lado, al bosque que aún permanecía sin color, sin ese sol que colorea lo que ilumina y calienta para dar vida. Echó la vista atrás y se despidió de una vida fácil, de una vida entregada a ella, de una vida para triunfar sobre otros. Ahora empezaba a comprender las palabras de su padre: “ Tendrás que elegir, la vida te pedirá que optes por un camino o por otro, y tú has de saber cuál será el mejor.” Lo que se lo había olvidado contarle es que aunque elijas el camino equivocado, solo has de volver al punto de origen y volver a elegir, pues eso también es crecer y seguir caminando. Para no volver a olvidarse de esto quiso escribirlo en su libro de aventuras, pero era tan sabio aquel conjunto de hojas sin vida que siempre la sorprendía. Encontró que todo ya estaba escrito, sus pensamientos, sus reflexiones y al final una gran verdad:

“Para volver a construir hay que destruir lo que está derruido, solo así podremos crear algo realmente bello. Para que una semilla de futo, primero ha de morir en la tierra y así después dará la sombra a la que está llamada, siendo un gran árbol”

Se adentró en el bosque, buscando un pequeño rastro, alguna pista que le dijese donde se encontraba Samuel. Quería decirle tantas cosas, pedirle perdón una y otra vez, hacerle ver que todo podía ser diferente, que se había perdido, pero que él siempre la mantuvo cerca de sus recuerdos sin darse ni cuenta.

Sumida en sus pensamientos llegó a una gran explanada, los árboles parecían en reunión. Sí ahora si que podía oír las voces de los árboles. Contaban historias de grandes reyes que salvaron el reino, de grandes reinas que desde supieron esperar el mejor momento para actuar y así salvar también el reino. Susurraban historias de enanos y magos, duendes y brujas. Todo igual que en cuentos.

A lo lejos, los árboles parecían mirar un suceso trágico y no se equivocaban. La bruja había capturado a Samuel y lo tenía maniatado. Ella corrió hacia aquel lugar.

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