23 junio 2010

La Princesa de Sol. Capítulo 7



CAPÍTULO 7


El bufón y el duende muy preocupados intentaron reanimarla. Pero nada la sacaba de aquel profundo sueño. El bibliotecario salió al oír los gritos. Cargaron con la princesa y la tumbaron sobre una de las mesas. No había manera de despertarla. El Duende del sur saltó a una de las estanterías y comenzó a buscar como loco un libro.


-¡Aquí está!


Abrió el libro, tras recitar un conjuro en voz baja una nube de humo salió y apareció el Mago Merlín.


-Querido amigo, tienes que ayudarnos. Le explicó el duende. La bruja Jacinta ha infectado el reino con la pócima de las lágrimas y la princesa ha caído en un profundo sueño.


- La bruja no ha desistido de su propósito por lo que veo. Dejadme ver a la princesa.


La examinó largo rato y se dispuso a dar su diagnóstico.


-Me temo que poco podemos hacer por ella. La ha infectado con la pócima del olvido y sólo sabremos cómo le ha afectado cuando despierte. Debemos dejarla dormir, no tardará mucho en despertar.


Pasaron unas horas. El duende muy preocupado no dejaba de buscar en otros libros alguna solución. Merlín lo miraba con ternura.


Primero una mano, luego el brazo. La princesa empezaba a moverse entre la expectación de sus amigos. Abrió los ojos y vio la sonrisa de todos. Saltaban y se alegraban, pero la princesa no los reconocía.


-¿Quiénes sois vosotros? ¿Y qué hago aquí?


- Princesa soy el bufón y este es el Duende del sur.


- No se quienes sois.


La princesa estaba bastante asustada. No sabía qué pasaba y mucho menos quien era aquella gente.


-¿No nos reconocéis? La bruja os ha infectado con la pócima del olvido.


Merlín se levantó muy pes adumbrado.


-La princesa no va a recordar así, me temo que la bruja ha conseguido lo que quería. No se acuerda de nada y supongo que mucho menos de quien es. Así estamos perdidos, pues ella es la única que podía derrotar la. Hemos perdido.


Merlín muy triste volvió al libro.


-No puede ser, eso no puede ser así. Dijo el duende.


- Merlín es un gran mago y ha perdido la esperanza. ¿Qué hacemos nosotros? Expuso el bufón algo triste.


Nadie tenía respuestas, entre tanto la princesa, que lo había olvidado todo cogió su mochila y se marchó sin hacer ruido.


-¡Qué gente tan rara! Dicen que yo soy una princesa, han hablado de una bruja y de magos. ¡Están locos! Vaya cantidad de tonterías. Yo me voy a la ciudad con la gente normal. Dijo la princesa.


No recordaba cómo se iba a ningún sitio pero su instinto aventurero le decía que no se perdería y comenzó a caminar.


Tardó varios días en llegar a la aldea más cercana. Al principio pensó que no había nadie, pues no se escuchaba más que un silencio algo tenebroso. Después de un buen rato encontró a una mujer con cara de pocos amigos.


-¿Me puede decir cómo llegar a la ciudad?


- Sólo tienes que seguir el camino durante dos días y encontrarás un camino a la derecha que se mete en el bosque, cruza lo y encontrarás lo que buscas.


Una mujer muy rara, pensó la princesa, no tenía expresión en la cara.


Siguió todas las indicaciones de la mujer hasta llegar al bosque. Como ya era de noche decidió detenerse y dormir fuera del bosque. Las noches dentro de los bosques son peligrosas. Y se quedó dormida con rapidez. El hada de los sueños trataba de entrar en sus sueños pero el poder de la bruja era grande y no podía. El Duende del sur, la había seguido al darse cuenta de su marcha. Mientras ella dormía él la observaba con los ojos brillantes.


-Mi querida princesa no te dejes vencer por la bruja, recuerda quién eres. Nadie puede salvar el reino, sólo tú puedes hacer lo. Mí querida princesa…


No lo había reconocido nunca pero para él la princesa era muy especial, no había conocido nadie con esa mirada y con aquel inmenso corazón. Nadie podía igualar su belleza y su ternura con todos. Le costaba mucho verla así, a su princesa, a su amor. Se quedó toda la noche acariciando su rostro, su pelo, besando aquellos dormidos y olvidadizos labios hasta el amanecer. Cuando empezó a despertar la princesa, el duende se escondió entre los dibujos de su mochila, así podría acompañarla y protegerla si fuese necesario.


La princesa recogió sus cosas y se adentró en el bosque.

21 junio 2010

La Princesa de Sol. Capítulo 6

CAPÍTULO 6

Fueron a visitar los valles que había al lado del naranjo, el olor a azahar inundaba todos los alrededores y se podía disfrutar de una paz muy singular. Después fueron a visitar la casa del eucalipto, para que no intentase acercarse a ellos pues al igual que el árbol, nada crecía a su alrededor.

Un poco más arriba estaba el lago que vio desde la habitación de la posada. Todo lo que lo rodeaba eran jazmines y orquídeas, que eran las flores preferidas de la princesa. Con aquella degustación para la mirada, la princesa se dejó llevar por mil sensaciones y se metió en el agua. Era tan limpia, tan pura, tan cristalina. Cogió un puñado de agua entre las manos y se lo roció sobre la cabeza. Lo repitió varias veces, como si el agua limpiase todo lo malo y dejase solo lo bueno dentro de la princesa.

Siguieron paseando al sol para que la ropa de la princesa se secase con rapidez. Y llegaron a un grupo de árboles que parecían estar en reunión, los unos mirando a los otros. Todos eran grandes árboles de sombra: un arce, un castaño, una morera de papel, un ficus, un árbol del paraíso y un chopo. Allí en el centro de aquella reunión parecía que todos los elementos de juntaban a jugar con los niños de las familias. Todos jugaban juntos, se divertían y se reían. Los papás preparaban una rica barbacoa y las mamás decoraban la mesa con flores. Al llegar rápidamente los invitaron a cenar. Todos fueron muy amables con la nueva invitada. La princesa se sentía feliz, pues nadie sabía que era la princesa y todos eran buenos con ella. Eso era lo que ella pretendía, sacar lo mejor de todo el que tuviera en frente sin que fuese por su condición real.

Cantaron, bailaron, saltaron, jugaron, comieron y bebieron. Cuando ya era tarde para los pequeños, el bufón agarró de la mano a la princesa y la apartó de la gente.

-Quiero enseñarte una cosa más.

Se alejaron un poco más y se tumbaron en la hierba a contemplar las estrellas.

-Allí tienes la osa mayor y en aquel lado encima de aquel madroño está la osa menor. En aquella dirección se encuentra Andrómeda y un poco más lejos el Ave del paraíso. Hay 88 constelaciones en nuestro cielo y todas están al alcance de tus dedos princesa. Sólo tienes que querer tocarlas.

Pero la princesa ya se había quedado dormida en el hombro del bufón que también se dejó vencer por el sueño.

Mientras dormía plácidamente, la bruja Jacinta había descubierto que la princesa había salido del hoyo. Envuelta en su envidia, buscó a los erizos del país de las tormentas para que infectasen el reino con sus púas llenas de la pócima de las lágrimas. Ésta pócima quitaba la alegría a todo lo que tocaba y por lo tanto su color. Antes de que el bufón y la princesa despertasen, los erizos habían tocado todo el reino y todo había perdido su color.

Al despertar notaron que todo había dejado de lucir como el día anterior. Pronto entendieron que la bruja tendría algo que ver. Todos los habitantes de la aldea estaban tristes y con la mirada perdida. Los niños no jugaban y los adultos enpezaban a enfadarse los unos con los otros.

-Tenemos que hacer algo. ¿Y si todo el reino está igual? Gritó la princesa

- Pero, nosotros ¿qué podemos hacer, princesa?

- Tengo una idea.

Sacó su caja de cristal de su mochila y espolvoreó un poco de polvos mágicos. En ese momento apareció un duende muy bajito y con pinta de bailón.

-Soy el Duende del sur y por lo que veo la bruja ha hecho de las suyas.

- Ha robado el color y la alegría creo que de todo el reino. Nos tienes que ayudar.

El duende se puso a pensar, y una gran idea se le ocurrió.

-Tenemos que buscar una biblioteca. ¿Por dónde hay una?

El bufón los llevó a la biblioteca. Estaban a punto de entrar pero la princesa se desplomó de un golpe en el suelo. La bruja había puedo un erizo en la puerta para que la princesa se pinchase con una de sus púas y se infectase de la pócima del olvido.

Y así se quedó la princesa dormida tendida en el suelo.

La Princesa de Sol. Capítulo 5


CAPÍTULO 5
A la mañana siguiente la princesa prosiguió si viaje. Hacía un poco de frío y las nubes tapaban casi todos los rayos del sol. La mañana se planteaba un poco gris. Pero nada de esto paraba a princesa, pues sabía que muchas aventuras la esperaban en su camino.
Después de un ratejo caminando llegó a una aldea, donde las gentes vivían dentro de los árboles. Cada familia pertenecía a un árbol y tenía que conservarlo para asegurar el bienestar de todos sus miembros.
La princesa muy asombrada paseaba entre aquel magnífico bosque tan singular. Además de proteger a su árbol familiar, todos se parecían a su árbol. Los que vivían en el roble eran duros de sesera; los que vivía en el sauce llorón, lloraban por casi cualquier cosa; los del cerezo eran delgados y muy guapos; los del alcornoque muy cabezones y testarudos. Y así todos y cada uno de ellos.
No era capaz de dejar de mirar por todos lados, por eso no se dio cuenta de que justo delante de sus narices se encontraba un bufón con el que chocó con cierta dureza.
-¡Ay! Qué coscorrón. Gritó el bufón.
-¡Ay! Cómo duele. Perdona, no te había visto.
-¿Es que no miras por donde andas?
- Perdona, estaba entusiasmada mirando cada árbol y no te he visto. Lo siento mucho.
- Bueno no te preocupes ya no me duele. Pero ten más cuidado, que aquí hay más de uno que tiene muy mal carácter.
- Muchas gracias lo tendré en cuenta.
El bufón que había pasado sus años mozos en la corte, se dio cuenta al instante de que aquellos ojos eran los de la pequeña princesa. Nadie tenía unos ojos tan preciosos, ni una mirada más cálida y penetrante. Sólo la princesa era capaz de ver el corazón con solo un vistazo. El bufón que no entendía por qué no llevaba su corona, llevó a la princesa a la posada de la aldea para comer algo.
-Mmm… ¡Qué hambre tengo! ¿Aquí qué se come?
- Tienes todo tipo de frutos, dulces naturales y la especialidad de la casa, pollo con ciruelas. Es el plato más exquisito que puede probar por estas tierras.
- Pues pedimos eso, ¿te parece?
Comieron y charlaron un buen rato. Y la princesa comenzó a sentirse cansada. Los dueños de la posada le dieron una habitación con vistas al lago. Y la dulce niña se quedó profundamente dormida. Una vez más el hada de los sueños quería mostrarle algo a la princesa. En ésta ocasión la llevó al mismo sitio donde estaba para que se mirase dormida y preciosa. Una voz le dijo:
“Nunca olvides, quién eres. Tú eres un tesoro que muy pocos serán capaces de descubrir. No dejes de mirarte y de quererte, pues eres muy importante. Tienes una gran misión que cumplir. Cuando todos estén a oscuras, tú lo llenarás todo de luz. Cuida con mimo cada uno de los días de tu vida. Disfruta de reír sin razón y de saltar por todo. No olvides quién eres”.
Al rato la princesa despertó algo atolondrada, pero como no entendía nada prefirió dejar que todo siguiera su curso, ya llegaría el momento en que lo entendería todo.
Bajó al salón de la posada y buscó al bufón.
-Me gustaría conocer más cosas de esta aldea. ¿Tú me puedes ayudar?
- Claro que sí, princesa.
- shhhhhhuuu… no lo digas tan fuerte. ¿Cómo sabes que soy la princesa?
- Sólo hay una persona capaz de mirarte y ver tu corazón. Y eso es lo que has hecho tú conmigo.
- Pero, yo no te he dicho nada. ¿Cómo puedes saber todo eso?
- Yo trabajaba en palacio, hasta que la bruja Jacinta me quitó mi buen humor y por vergüenza me marché sin decir nada. Por eso se de los dones que tienes, todo el mundo en palacio lo sabe y los disfruta. Todos sabemos que tú eres un gran tesoro.
La princesa un poco sonrojada no sabía qué contestar.-Sólo quedas tú por saber lo especial que eres, princesa. Ahora vamos a pasear por la aldea, tengo mucho que mostrarte.

20 junio 2010

La Princesa de Sol. Capítulo 4

CAPÍTULO 4

Sus pasos se adelantaban los unos a los otros y cada vez se alejaban más de lo que conocía. Encontró un valle repleto de lindas flores de todos los colores. La imagen era preciosa, parecía una cama de luz y olor que la invitaba a dejarse llevar por aquella armonía que caracteriza a la naturaleza.

Fue recogiendo una flor de cada tipo. Sus colores y olores la hacían viajar a un mundo de fantasía. Era maravilloso ¿cómo no lo había conocido antes aquel lugar? Se sentó en una roca que sobresalía a disfrutar del cuadro. Mientras guardó cada flor en una página del libro que cargaba en su mochila. Cuando de repente al pasar a la siguiente página, descubrió una página escrita.

-¡Qué raro! Este libro tenía que estar vacío, para que yo escribiese mi propio cuaderno de bitácora. Pensó. Seguro que mamá con lo despistada que es se ha confundido. Voy a ver qué dice.

“No hay Amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos”

La princesa no sabía bien de donde salía aquella extraña frase.

-¿Dar la vida? ¿Eso qué quiere decir? Eso seguro que duele. Y si doy mi vida por mis amigos ¿no la perderé?

La princesa buscaba en su interior algo que le diese algo de luz en aquel dilema. Pero no tenía ni idea de qué podía significar.

-Siempre me han enseñado que me tengo que desvivir por mi reino, porque el pueblo tenga lo mejor de mí. Pero nunca me dijeron algo así…dar la vida. ¿A qué estaban esperando a contármelo? ¿Y si yo no quiero?

Por más vueltas que le daba no sacaba más que preguntas que no sabía contestar. Decidió dejarlo estar y cerrar el libro, un poco de camino no vendrá mal para despejar la mente de esto.

Subió la colina y desde allí se veía como un mar multicolor. Se paró a disfrutarlo un poco más. Estaba tan inmersa en la visión de aquel campo que no se dio cuenta de que la bruja Jacinta la acechaba escondida detrás de los arbustos.

Hacía muchos años cuando la princesa ni había nacido, la hija del jardinero real, jugaba en el jardín de palacio. La reina todos los días bajaba al jardín a jugar con ella, la invitaba a merendar dulces con chocolate. Aquella niña nunca había conocido a su madre y el cariño de la reina era lo más parecido a una mamá. Día tras día la niña volvía esperando sus atenciones. Pero un día la reina no bajó. A pesar de todo ella seguía acudiendo al mismo lugar buscando a la reina, que nunca aparecía. Una tarde escuchó: “Ha sido una niña, es preciosa y gobernará con gran maestría”. La niña comprendió que había sido sustituida, la avispa de la envidia le picó con dureza y empezó a sentir odio a la pequeña princesa. Pero la esperanza no la perdía y seguía acudiendo en busca de la reina al jardín. Poco a poco la que fue una preciosa niña, se convirtió en la bruja Jacinta. Había jurado que destruiría a la princesa y en varias ocasiones había intentado alejarla del castillo para terminar con ella. Un día el rey llamó a su jardinero y entre lágrimas llegaron a la conclusión de la bruja tendría que ser desterrada. Aquello la enfadó mucho más. Cuando se enteró que la princesa iniciaba un viaje sola, vio el momento de cumplir su condena.

Dejándose llevar por lo que percibían sus ojos, la princesa no atendía a lo que pasaba a su alrededor… De repente la bruja la empujó a un enorme hoyo que había cavado.

-Ja, ja, ja, por fin, ahora nunca volverás y la reina siempre tendrá tiempo para jugar conmigo.

La princesa muy asustada no sabía de qué hablaba hasta que la bruja dejó ver su enorme nariz puntiaguda.

-¡Eres tú, déjame en paz! Nada de lo que yo tengo te pertenece, déjame salir de aquí.

- Si quieres salir tendrás que hacerlo sola.

Y sin más la bruja agarró su escoba y se marchó volando y riendo.

La princesa intentó calmar sus nervios. Se sujetó con fuerza de una raíz que sobresalía e intentó escalar. Nada, era inútil, cualquier esfuerzo era en vano. El miedo empezaba a apoderarse de ella y comenzó a llorar. Pero se acordó de la caja de cristal con la nota que decía: “solo abrir cuando estés en un gran apuro”. Esto era un verdadero apuro. De su mochila sacó la caja y la abrió. Dentro de ella se encontraban unos polvos con pinta de ser mágicos. Roció el suelo con ellos y al instante apareció un duende azul.

-Soy el duende del agua, veo que estás en apuros. No te preocupes yo te voy a echar una mano.

Entre los dos construyeron una escalera de rocas que descolgaban de la pared. Fue un duro trabajo, pero al final consiguieron salir.

-Muchas gracias querido duende. ¿Cómo podré pagarte lo que has hecho por mí?

-No es necesario, me conformo con verte feliz pequeña princesa, pues tu sonrisa es un regalo para todo el que la recibe. Siempre que me necesites llámame, estaré escondido entre tus manos.

En ese momento el duende desapareció y una de las manos de la princesa se dibujaron tres estrellas.


17 junio 2010

La Princesa de Sol. Capítulo 3

CAPÍTULO 3

Siguió su camino disfrutando de la brisa de la tarde. Los pájaros volvían a casa para cuidar de sus crías hambrientas. Las nubes se tornaban en tonos verdes y magentas. Poco a poco la temperatura fue bajando y la princesa empezó a notar algo de frío.

-Tengo que buscarme un sitio para dormir. Esta noche parece que hará frio. Pensó.

Aunque ya era primavera, las noches seguían siendo frías. A lo lejos en lo alto de la colina se divisaba una casita con la chimenea humeando. La princesa apretó el paso para llegar antes de que la luz se perdiese entre las montañas.

¡Toc, toc, toc! Un paso, otro más cerca y un tercero para alinear los pies delante de la puerta. Un voz algo intimidante contestó:

- ¿Quién es?

- Soy la princesa, estoy de viaje y no tengo donde dormir. ¿Me puede ayudar?

La puerta se abrió con rapidez y un hombre bajito y regordete apareció con cara de sorpresa.

-¡Majestad! ¿Qué hace usted de viaje, sola por estos rincones?

- Estoy desvelando los secretos de nuestro amado reino. El palacio se quedaba pequeño para mí y quería conocer todos los lugares escondidos.

El hombre pensó que la princesa era una niña un poco mimada y con delirios de grandeza. ¿Cómo se le podía quedar pequeño un palacio? Pero aquel hombre no era capaz de ver y soñar con los ojos de la princesa. A pesar de todo la trató como se trata a una princesa, le ofreció su mejor comida, su mejor habitación y sus mejores atenciones, como cualquier hijo de vecino haría al tener en su casa a la heredera del reino.

Después de un rato de charla, la princesa se dejó vencer por el sueño. El hombre la llevó a la cama y la dejó descansar. El hada de los sueño veló toda la noche para que su querida niña descansase y soñase lindo.

A la mañana siguiente todo parecía muy normal. El sol lucía como siempre, los pájaros cantores afinaban sus pequeñas voces para deleitarnos durante todo el día, las nubes algo perezosas comenzaban a salir y tapar algún rayo de sol.

-Buenos días princesa, ¿ha descansado bien?

- Sí, muchas gracias, lo necesitaba.

- He preparado un desayuno propio de alguien de la realeza.

Se asomaron al salón y allí encontró un festival culinario digno de la fecha más señala de palacio. Dulces de todas las formas, mermeladas de un sinfín de sabores, panes de todos los tipos y colores. Tres tipos de leches diferentes: de cabra, de oveja y de vaca. Variedad de cereales y frutas tropicales. Era un verdadero festín.

-¿Y esto? Yo no merezco tanto. Es usted muy amable.

- Todo es poco para la hija del rey.

Desayunaron hasta hartarse, pero aquello no era lo que la princesa quería. Tantos lujos, tantas atenciones, todo para ella. No, aquello no encajaba con su viaje. Así nunca descubriría los secretos que pretendía descubrir. Se despidió con amabilidad y se marchó.

Durante el camino, un poco afligida, pensaba: “Si todos saben que soy la princesa, me tratarán como tal y no podré encontrar aquello que busco. Tengo que pensar algo…” Se le ocurrió una fantástica idea. Enterraría su corona en un lugar secreto que nadie conociese y al terminar su viaje pasaría a recogerla. A su lado plantó una semilla de secuoya para encontrar con facilidad el lugar exacto.

La Princesa de Sol. Capítulo 2

CAPÍTULO 2

En su mochila llevaba lo imprescindible, eso dijo su mamá: Una manta por si hace frío, semillas de la secuoya gigante que estaba en el jardín de palacio, según los antiguos con una sola podías pasar dos días sin comer nada más; los pendientes de la abuela Carlota, que era la más sabia de la escuela de magia; un libro de aventuras sin escribir y una caja de cristal con una nota que decía “solo abrir cuando estés en un gran apuro”.


La princesa se ató bien las botas, se acomodó su lazo y miró con cariño a su familia que ya se veía como hormiguitas entrando en su hormiguero.


El sol lucía con mucha fuerza y pronto la princesa sintió mucho calor, se paró a descansar en la sombra de un majestuoso cerezo. En esta época los árboles están en flor y dan una sombra muy rica pensó la princesa. No estaba acostumbrada a caminar bajo el sol y el cansancio se apoderó de ella, sin saber que en realidad era el hada de los sueños que estaba colgada de su pelo. Se quedó profundamente dormida y comenzó a soñar…


Estaba volando encima del rio y encontré una brillante piedra, que flotaba en mitad del rio. ¡Qué raro! pensó, las piedras se hunden para formar parte del fondo del rio, aquí tiene que haber algún truco.


Perdió un poco de altura para observar aquel extraño suceso.


-Nada por aquí, nada por allá… Mmm… parece una piedra de lo más normal. Pero sigo sin saber por qué flota.


La princesa se aventuró a tocarla, estaba muy fría y suave. Ahora que se fijaba de cerca tenía un sinfín de colores, todos en perfecta armonía. Pero seguía con la curiosidad de saber qué tenía de especial aquella pulida roca. Un poco más cerca, otro poquito más y… ¡ZAS! La abeja reina del país de los bichos la zambulló en el agua creyendo que quería robar aquella piedra, que resultó ser uno de sus hijos aún no nacido, que se había perdido y andaban como locos buscando. Las lluvias habían arrastrado el huevo hasta el centro del rio y por eso no se hundía.


Entre tanto la princesa salió del agua asustada por el golpe. No entendía qué había pasado. Al salir vio a la abeja reina coger el huevo y marcharse muy feliz.


Empapada decidió descansar al sol en la orilla del rio, así su precioso vestido verde se secaría.


Y como los cuentos están llenos de sorpresas, una más le esperaba a la princesa escrita en el tronco de un árbol como cuando los enamorados dejan sus nombres grabados dentro de un corazón como símbolo de su mor. Se acercó al árbol y pudo leer:


“Las cosas nunca son lo que parecen, siempre hay que mojarse para descubrir todo los secretos que encierran”

Y justo en ese momento se despertó la princesa debajo de aquel majestuoso cerezo que tan rica sombra daba.

16 junio 2010

La Princesa de Sol


Hace mucho tiempo mi papá me dijo que por nada del mundo dejase de plasmar en un papel las bellas palabras que era capaz de escribir, pues era un regalo para el mundo, del que no podía privarlos. Y ha pasado mucho tiempo sin recordar estas palabras. Por eso ahora quiero compartir algo que poco a poco va saliendo. Algo muy personal y muy especial... un cuento. Gracias por leerlo como tal. Es fundamental ponerse los ojos de niño, sus orejas y mirar y oir desde su altura...

CAPÍTULO 1

Había una vez, una pequeña princesa que siempre vestía una gran sonrisa y un precioso lazo negro en la cabeza. Todos los días despertaba a su papá el rey con un fuerte abrazo y un beso. Eran muchos los que gustaban de los mimos de la pequeña princesa.

Sus maestros la educaban con gran esmero para que llegase a gobernar con rectitud y serenidad. Siempre le decían lo que tenía que hacer en todo momento y la reprendían con dureza cuando se equivocaba. Todo era por su bien y ella lo sabía, pero muchas veces la princesa, se aburría. Quería volar, salir de aquellos muros, de aquel castillo tan elegante y conocer el reino. Era una princesa de mundo, de sol, de aventuras y de sorpresas.

Todos los días pedía un deseo al levantarse: Encontrar esas alas que la llevasen a todos los rincones del reino. Y como todos los pequeños, la dulce princesa, inocente y entusiasmada hablaba con sus papás de su sueño. Sus papás se negaban, pues era muy pequeña y el reino peligroso. Los reyes temían que el corazón de la princesa no soportase la fealdad que podía encontrar en el reino.

Pero la princesa terca como ella sola rogaba día tras día que la dejasen salir. Como nadie hacía caso a sus ruegos, lloraba con amargura cuando pensaba que nadie la veía. Pero su mamá, como toda buena madre sabía ver y oír más allá de los muros del castillo y conocía el dolor de su hija.

Un día la reina, templo de dulzura y templanza, propuso que el hada de los sueños acompañase a la princesa escondida en los rizos de su pelo. Así siempre estaría protegida de cualquier peligro que pudiese encontrar en el reino.

Aquella mañana el sol lucía con especial candor. Los reyes habían preparado una pequeña mochila para el viaje de la princesa. Cuando despertó supo que sus papás deseaban verla feliz y que por fin la dejarían salir fuera del castillo. Lo que no sabía era que el hada de los sueños se había colgado de un mechón de su pelo para siempre y que nunca estaría sola.

Después de un delicioso desayuno, muchos besos y abrazos, la princesa comenzó su viaje.

15 junio 2010

Tiempo de silencio

Mucho tiempo sin decir, sin expresar, sin sentir... Ha sido necesario, pero no quiero seguir callando, pues me apetece seguir hablando con el corazón, ese que nunca deja de latir día tras día, pues sigue vivo y se hace fuerte en cada paso.