20 junio 2010

La Princesa de Sol. Capítulo 4

CAPÍTULO 4

Sus pasos se adelantaban los unos a los otros y cada vez se alejaban más de lo que conocía. Encontró un valle repleto de lindas flores de todos los colores. La imagen era preciosa, parecía una cama de luz y olor que la invitaba a dejarse llevar por aquella armonía que caracteriza a la naturaleza.

Fue recogiendo una flor de cada tipo. Sus colores y olores la hacían viajar a un mundo de fantasía. Era maravilloso ¿cómo no lo había conocido antes aquel lugar? Se sentó en una roca que sobresalía a disfrutar del cuadro. Mientras guardó cada flor en una página del libro que cargaba en su mochila. Cuando de repente al pasar a la siguiente página, descubrió una página escrita.

-¡Qué raro! Este libro tenía que estar vacío, para que yo escribiese mi propio cuaderno de bitácora. Pensó. Seguro que mamá con lo despistada que es se ha confundido. Voy a ver qué dice.

“No hay Amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos”

La princesa no sabía bien de donde salía aquella extraña frase.

-¿Dar la vida? ¿Eso qué quiere decir? Eso seguro que duele. Y si doy mi vida por mis amigos ¿no la perderé?

La princesa buscaba en su interior algo que le diese algo de luz en aquel dilema. Pero no tenía ni idea de qué podía significar.

-Siempre me han enseñado que me tengo que desvivir por mi reino, porque el pueblo tenga lo mejor de mí. Pero nunca me dijeron algo así…dar la vida. ¿A qué estaban esperando a contármelo? ¿Y si yo no quiero?

Por más vueltas que le daba no sacaba más que preguntas que no sabía contestar. Decidió dejarlo estar y cerrar el libro, un poco de camino no vendrá mal para despejar la mente de esto.

Subió la colina y desde allí se veía como un mar multicolor. Se paró a disfrutarlo un poco más. Estaba tan inmersa en la visión de aquel campo que no se dio cuenta de que la bruja Jacinta la acechaba escondida detrás de los arbustos.

Hacía muchos años cuando la princesa ni había nacido, la hija del jardinero real, jugaba en el jardín de palacio. La reina todos los días bajaba al jardín a jugar con ella, la invitaba a merendar dulces con chocolate. Aquella niña nunca había conocido a su madre y el cariño de la reina era lo más parecido a una mamá. Día tras día la niña volvía esperando sus atenciones. Pero un día la reina no bajó. A pesar de todo ella seguía acudiendo al mismo lugar buscando a la reina, que nunca aparecía. Una tarde escuchó: “Ha sido una niña, es preciosa y gobernará con gran maestría”. La niña comprendió que había sido sustituida, la avispa de la envidia le picó con dureza y empezó a sentir odio a la pequeña princesa. Pero la esperanza no la perdía y seguía acudiendo en busca de la reina al jardín. Poco a poco la que fue una preciosa niña, se convirtió en la bruja Jacinta. Había jurado que destruiría a la princesa y en varias ocasiones había intentado alejarla del castillo para terminar con ella. Un día el rey llamó a su jardinero y entre lágrimas llegaron a la conclusión de la bruja tendría que ser desterrada. Aquello la enfadó mucho más. Cuando se enteró que la princesa iniciaba un viaje sola, vio el momento de cumplir su condena.

Dejándose llevar por lo que percibían sus ojos, la princesa no atendía a lo que pasaba a su alrededor… De repente la bruja la empujó a un enorme hoyo que había cavado.

-Ja, ja, ja, por fin, ahora nunca volverás y la reina siempre tendrá tiempo para jugar conmigo.

La princesa muy asustada no sabía de qué hablaba hasta que la bruja dejó ver su enorme nariz puntiaguda.

-¡Eres tú, déjame en paz! Nada de lo que yo tengo te pertenece, déjame salir de aquí.

- Si quieres salir tendrás que hacerlo sola.

Y sin más la bruja agarró su escoba y se marchó volando y riendo.

La princesa intentó calmar sus nervios. Se sujetó con fuerza de una raíz que sobresalía e intentó escalar. Nada, era inútil, cualquier esfuerzo era en vano. El miedo empezaba a apoderarse de ella y comenzó a llorar. Pero se acordó de la caja de cristal con la nota que decía: “solo abrir cuando estés en un gran apuro”. Esto era un verdadero apuro. De su mochila sacó la caja y la abrió. Dentro de ella se encontraban unos polvos con pinta de ser mágicos. Roció el suelo con ellos y al instante apareció un duende azul.

-Soy el duende del agua, veo que estás en apuros. No te preocupes yo te voy a echar una mano.

Entre los dos construyeron una escalera de rocas que descolgaban de la pared. Fue un duro trabajo, pero al final consiguieron salir.

-Muchas gracias querido duende. ¿Cómo podré pagarte lo que has hecho por mí?

-No es necesario, me conformo con verte feliz pequeña princesa, pues tu sonrisa es un regalo para todo el que la recibe. Siempre que me necesites llámame, estaré escondido entre tus manos.

En ese momento el duende desapareció y una de las manos de la princesa se dibujaron tres estrellas.


4 comentarios:

Samovila dijo...

Creo que esta parte es la que más me ha gustado por ahora!!

Pero dile a la princesa que no arranque flores hombre!=P.

Espero que un día me expliques quien es esa bruja que me da tanto miedo y ese duende que tanto mola...

Me ha apetecido tatuarme tres estrellitas en la mano! A ver si me saca de algún apuro!

Para tí, mil besos.

Isuky dijo...

busca quien tiene las estrellas en sus manos y sabrás quien es el duende.

Lo de las flores...es un cuento.... jajajjaja te kierooo.

Todvia te espera lo mejor...

May dijo...

.. y de una de las manos de la princesa se dibujaron.. HASTA LAS ESTRELLAS.

valiente cerda la bruja..

Isuky dijo...

jjajjajajjaajaja me encanta el comentario de la bruja, si si es una cerda y lo q os queda por leer.