11 abril 2011

La Princesa de Sol. Capitulo 10

Pasó un tiempo disfrutando de su vida en pareja, de sus momentos en el parque, de sus mañanas en la pastelería y sus tardes en la compañía de teatro. Todo parecía sonreírle a la princesa.

Su querido Samuel la sorprendía con numerosos detalles, la sacaba de paseo por rincones desconocidos, la llevaba siempre de la mano para demostrarle todo su amor.

El trabajo en la compañía de teatro era fácil, ayudaba en todo lo que le pedían. Un día en maquillaje, otro en decorados, otro en vestuario. Mientras, el director siempre la observaba. Su trabajo era siempre excelente, pues todo lo hacía con mimo y ternura. Todos deseaban tenerla a su lado trabajando.

Raro era el que pasaba por su lado y no sonreía. La princesa transmitía felicidad y bienestar. Rozar el aire que la rodeaba era suficiente para empaparse de aquella desconocida sensación.

Una mañana se levantó un poco apresurada, con la sensación de tener que estar en otro sitio. Se sentía fuera de lugar y con ciertas ganas de llorar. No era normal, todo lo que podía desear la rodeaba, no tenía quejas ningunas. A pesar de todo, aquel sentimiento no se marchaba. Aunque tampoco era suficiente para parar a la princesa. Prosiguió su día como cualquier otro.

- Buenos días cariño. Le dijo Samuel, mientras terminaba de preparar un plato de fruta para el desayuno.

- Buenos días, muchas gracias por hacer el desayuno, eres único.

- Tú eres mi princesa y tengo que tratarte como tal.

Aquella frase la dejó desconcertada, sabía que no era la primera vez que la llamaban así. Muchas mujeres en su infancia había deseado ser una princesa, pero con ella era diferente, iba más allá de un deseo, se sentía como una verdadera princesa. Esto hizo que la bruja Jacinta despertase de su siesta mañanera, no podía permitir que la princesa descubriera quién era de verdad, ya que podría poner en peligro su malvado plan. Agarró su sombrero, se montó en su escoba para llegar a la ciudad.

Ese mismo día la protagonista de la obra cayó enferma, por lo que pusieron carteles por toda la ciudad para encontrar una actriz de urgencia. Samuel que confiaba en el maravilloso talento de su novia, le propuso pedir una prueba, para ser la protagonista de la obra. La princesa en esta ocasión no dudó de sus posibilidades. Llevaban mucho tiempo diciéndole lo estupenda que era en todo, en esto también tenía que serlo. En este tiempo en la ciudad el corazón de la princesa se había endurecido un poco y ahora creía que podría superar a cualquiera.

Al llegar la tarde fue a charlar con el director. Después de unos minutos la secretaria la pasó al despacho. Aquellos minutos se llenaron de nervios, de ilusiones de evolucionar, de cambiar de aires aunque los actuales no le venían mal. Quería más.

El despacho era minimalista, como su dueño. Todo con pocos colores, sombrío, escaseaban los detalles y a la vez se escuchaban a todas las cosas, contando porqué las habían puesto en ese lugar. Nada se escapaba sin sentido. En el tiempo que había pasado preparando esta obra, el director no se había dado a conocer, más que en una cosa, todo lo tenía muy pensado y casi nunca se equivocaba. Esto sorprendía mucho a la princesa y quería aprenderlo.

Charlaron largo rato, de las ilusiones, de la necesidades, de los compañeros, de todo lo que encerraban las paredes del teatro que era mejor no preguntarles, pues conocían todas las historias de actores de nombre, y de cortina, que anhelaban otros días pasados o futuros, de amores incompletos por otros o por uno mismo, de sueños cumplido o por cumplir, de costuras en la vida que se rompe, de razones para estar o para marcharse. Historias y más historias que se perdían entre las capas de las discretas paredes.

El director quiso sorprender a la dulce princesa con algo que había escrito para ella. Desde que llegó la había observado y sin duda era una persona digna de conocer en profundidad.

- Alguien que se entrega a los demás como tú debe tener una gran vida interior. Llevo tiempo esperando que sobresalgas y te hagas notar como mereces. Le dijo y prosiguió leyendo aquellas líneas. Cada poro de tu piel palpita por entregarse, por hacer sonreír al de enfrente, por sacar lo mejor de cada momento y cada persona. Es un lujo beber tu aliento. Pareces como un manantial de agua viva, de energía que a todos transforma. Pero siempre permaneces por debajo, sin destacar, sin poner sobre los demás. Cuando hay talento hay que explotarlo, hay que publicarlo y que todos los admiren. Es un delito esconder algo tan precioso. Es tiempo de pensar en ti, en tus intereses, en tus posibilidades, en tus pasos.

Las palabras que escuchaba, cada vez le gustaban más, todos los halagos. Se convencía por momentos, era su oportunidad de relucir como nunca, no estaría más a ordenes de todos. Hasta ese instante no se había planteado que estaba a ordenes de otros, que siempre cumplía.

- Tienes razón es mi tiempo. Si me das la oportunidad, no te defraudaré. Seré tu mejor actriz. Ya lo verás.

- ¡Cómo me alegra! Estoy seguro que lo harás muy bien, pero tienes que trabajar duro. Mañana mismo empezamos.

Volvió rápidamente a casa para contárselo a Samuel. Todo seguía saliendo mejor que en un sueño.