27 agosto 2011

La Princesa de Sol. Capítulo 15

La princesa coge con decisión su mochila, todo lo que su madre, la reina, había puesto para su viaje, estaba allí como si nada hubiera pasado, como si todo empezase otra vez, pero con aprendizajes muy importantes que harían que todo fuera diferente.

Necesitó un rato para ella, pues ahora que se había encontrado a sí misma no podía volver a perderse. La batalla que le esperaba iba a ser muy dura. La bruja tiene el corazón demasiado lleno de rencor y no entenderá que todo puede ser diferente, que el reino puede ser otro, que no está todo perdido.

Los recuerdos la invaden. Su querido Samuel, con todos los pequeños detalles. Sus padres siempre preocupados y amorosos, llenos de sabiduría vital para ella. El hada de los sueños, que desde su escondite en su cabello, ha velado cada paso y cuando fue necesario gastó todo su poder para salvarla. El bufón que le mostró un mundo que no conocía y así encontró al hermano que nunca tuvo. Los pequeños duendes, dispuestos a ayudarla desde su grandeza mágica. El restaurador de almas que con empeño busca cada pieza y no parará hasta recomponerla por completo. El limpiador de estrellas que siempre ha creído en ella y limpia lo que ella no es capaz de limpiar.

Comienza a pasear por aquel bosque. Aquel bosque que siempre ha abierto puertas para ella. Que siempre le ha enseñado caminos nuevos, que la ha mantenido con vida. Aquel bosque sagrado donde tanta vida a compartido. Aquel bosque que en momentos complicados ha salido de su silencio para salvarla.

Mientras en palacio todos festejaban el regreso de la princesa, sin saber que era la bruja disfrazada. Los reyes lloraban de felicidad, su pequeña ya estaba en casa. Traía con ella un apuesto muchacho con grandes talentos. Todo volvía a ser como debía ser. Entre tanta alegría nadie se había dado cuenta de que todo seguía sin color, ni la bruja inmersa en su momento de gloria, en su victoria, se acordó que el reino se sumía en su hechizo.

La princesa caminó dentro del bosque durante varios días, pensó que sus días se acabarían pues no tenía nada que comer, pero recordó que su mochila estaban las semillas de la secuoya gigante, qué sabia era su madre. Siguió caminando hasta llegar al lugar donde escondió su corona, la desenterró y se la colocó junto a su lazo negro. Todo en su sitio, su precioso vestido verde, sus botas, su corona y su lazo. Ahora si parecía una princesa.

Siguió el camino hasta lo alto de la colina que siempre veía desde su habitación en palacio. Allí divisó que todos reían como en su fiesta y se temió lo peor. Parecía que nadie la necesitaba, que así todo era como tenía que ser. Por un momento barajó la posibilidad de no luchar, de dejarlo todo estar, de marcharse y buscarse otra vida. Pero echó un vistazo a su hermoso reino, lo vio sin color, sin aquel sol que daba vida en cada rayo. No podía rendirse, su reino se merecía una vida mejor, aquello no estaba bien y ella era la elegida para cambiarlo. Así que prosiguió el camino que la llevó hasta la puerta del castillo. Nadie vigilaba, todos estaban en la fiesta. Se adentró por los pasillos cercanos a la galería y llegó al salón, igual que en su sueño, pero ahora estaba lleno de gente, de música y de risas. Su padre y su madre sonreían como nunca.

Los reyes habían preparado un gran banquete para su hija y todos pasaban alegres dándole la bienvenida a la falsa princesa. Un pequeño que venía del campo, se acercó para saludarla. El olor que desprendía era muy desagradable y la falsa princesa lo despreció. Todos se quedaron atónitos, la princesa nunca había despreciado a nadie, ella siempre era amable y más con aquellos pequeños. Nadie entendía qué había cambiado en la princesa. El pequeño triste y decepcionado corrió a esconderse cerca de donde estaba la verdadera princesa. Sentía mucho dolor y las lágrimas no dejaban de salir. La princesa se conmovió y se acercó a él, con ternura lo abrazó y calmó su pesar.

- Pero, si acabas de despreciarme. No entiendo por qué ahora me abrazas princesa.

- No te asustes, pero esa de ahí no soy yo, es la bruja disfrazada. Quiere quedarse con mi vida y hacerme infeliz. Pero no sufras, lo voy a solucionar pronto.

El pequeño la abrazó fuerte. Ella lo miró con esos grandes ojos y lo mandó con su familia. Entonces tomó fuerzas y se dirigió al centro del salón. Todos quedaron paralizados, sin saber qué decir, ¡había dos princesas! El silencio se apoderó un buen rato de la sala, hasta que empezó a hablar.

- No tienes que engañar a nadie, todos son capaces de aceptarte, sí tú quieres. Eres tú la que te alejas, si fueras capaz de cerrar la herida que tienes, nadie te lo tomaría en cuenta. Pero el reino se merece una vida mejor, llena de color, y de un sol radiante. Sólo conseguirás hacer desdichados a todos.

- No se de que me hablas. ¿Quién eres? Dijo la falsa princesa.

- No puedes engañarlos, ambas somos muy distintas y se darán cuenta muy pronto que tú no eres quien dices ser. No puedes vivir una vida que no te corresponde.

En ese momento la bruja llena de rabia rompió su disfraz y dejó ver su verdadero rostro. Nadie sabía qué hacer, los soldados intentaron apresarla, pero al princesa los detuvo.

- Sólo tienes que querer cambiar y todos te perdonarán. Sólo puedes hacerlo tú.

Aquellas palabras estaban haciendo que la bruja sintiese pena de sí misma. No podía permitirlo, tenía que terminar con aquel dolor. Se concentró y convocó todo su poder para destruir a la princesa. Lanzó un rayo contra ella, la princesa calló al suelo. Sin movimiento, sin indicios de vida. La reina corrió a tomar en sus brazos a su pequeña, a su única hija, acarició su rostro que sorprendentemente no mostraba signos de dolor, ni sufrimiento. La bruja al verlo recordó por lo que empezó todo esto, ella también merecía el amor de una madre. En ese mismo momento apareció la abuela Carlota, había permanecido escondida en los pendientes de la princesa y ahora era el momento de hacer su último conjuro. Dijo las palabras mágicas y rompió el corazón de piedra de la bruja y en su lugar puso no de carne. Esto hizo que la bruja dejase salir todo aquel dolor y comenzó a llorar. Se acercó a la reina y a la princesa, se arrodilló con respeto.

- Perdóname princesa, tanto dolor me hizo volverme fría, se que ahora no sirve de nada, pero lo siento tanto.

Las lágrimas sinceras de la bruja cayeron sobre la princesa y el poco poder que le quedaba hizo que volviese a la vida. Fue entonces cuando en sus manos apareció la penúltima pieza del puzle del alama de la princesa.

- Esto es para ti princesa, gracias por cambiar también mi vida. No se como no me di cuenta antes. Lo siento de veras.

- No te preocupes, ahora tienes toda una vida para cambiar lo que has estropeado. Todos te darán una oportunidad si tienes el valor de asumir esta tarea.

- Pero ya no tengo poder, para restaurarlo todo.

- Eso déjamelo a mí, se como hacerlo. Pero me tienes que prometer que va a merecer la pena tanto luchar. No olvides que tienes mucho por hacer y cuidar. ¿Lo harás por mí?

- Sí, princesa, lo haré, no tengas duda, pues tú has creido en mí a pesar de todo. Ahora me toca a mí.

La princesa la abrazó y se dirigió a su madre:

- Ésta será a partir de hoy también tu hija, es lo único que siempre ha deseado. Todos nos equivocamos, el dolor puede nublarnos la vista, pero ahora es tiempo de perdonar y volver a empezar.

La princesa se levantó y se acercó a Samuel, con cariño lo miró, lo besó como si fuera el último beso y sí, ahora si sería el último. Sumidos en aquel amor, no había más que decir. Después se acercó a su padre y mirando a sus seres queridos, les dijo:

- Espero que entendáis que esto es necesario, para dar fruto, primero hay que morir, pero no me iré del todo, pues estaré dando mi vida por vosotros, porque no hay amor más gran que aquel que da la vida por sus amigos.

Cogió su mochila y sacó de ella la caja de polvos mágicos, quedaban muy poco, sólo para solucionar un último embrollo. Descubrió que la última pieza del puzle de su alma estaba entre aquellos polvos, por fin había conseguido recomponer su alma por completo. Ya estaba todo listo. Roció los polvos mágicos por todo su cuerpo, que se llenó de luz. Poco a poco, muy despacito, fue subiendo hacia el cielo y se convirtió en ese sol que lucía con fuerza, en un sol que daba vida. Y así todo el reino volvió a la vida feliz como la conocían al principio de esta historia. Todo volvió a tener color, las flores volvieron a brotar con fuerza, los campos comenzaron a dar fruto y así todo volvió a estar bien.

Ahora cada vez que alguien alza la mirada hacia el sol siente ese amor de la princesa de sol, que dio su vida para salvar su reino.

FIN

2 comentarios:

Samovila dijo...

Maldita me has emocionado de más, eh?? Puuuf...

Lo compro!!

Anónimo dijo...

es precioso!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! tienes más cosillas como estas? eres increíble ecsribiendo
http://laranacotilla.blogspot.com/